lunes, 29 de octubre de 2012

A mi manera: Ángel de Castro "Ventanas que dan a la infancia"

Me asomo a la ventana y veo pasar los trenes de mi niñez, ya lejanos en el tiempo, porque han pasado algunos años, a veces te parecen tan distantes y otras menos que un suspiro, que así es la vida: breve, y veloces los años:

Eran años de escasez y de estraperlo; frío en la escuela hasta los sabañones y en las casas las sábanas hacían buenas migas con el hielo y los carámbanos; cocido todos los días del año; canciones alegres en la eras al ritmo de la trilla y el bálago; regañinas del cura los domingos por la pérdida de fe y las sanas costumbres, que no concordaban con su mentalidad de seminario y teologías; baile en la plaza haciendo corro apretado las mujeres: madres tías, abuelas y demás familia, no tanto para ver si los chicos se arrimaban más de lo debido como para saber quién se quedaba sola para vestir santos; los hermanos más pequeños nos mirábamos en el espejo de los mayores, porque no queríamos otra cosa mejor que ser a su imagen y semejanza; el miedo era taponado por los padres arropándote los sueños; no entendía que en algunas casas de mis amigos hubiera colgadas en la cocina o en el cuarto de estar, unas correas de castigo, blanco de sus tiernas nalgas; el maestro nos enseñaba, vara de mimbre siempre en regla, las cuatro reglas elementales y las normas básicas para conducirte por la vida; las eras y la plaza constituían el mejor espacio para los juegos en pandilla… (y un etc. etc. etc. porque daría para un novelón del XIX o una novela del siglo XX al estilo de Marsé) y todo hacía que así fuéramos creciendo en edad, en sabiduría y en recto proceder para crecimiento personal y bien de la especie.




Ángel de Castro


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