lunes, 11 de marzo de 2013

Patronal de la Dependencia pide 30.000 millones de inversión en la UE


España debería crear otras 31.251 camas sociosanitarias para alcanzar las 6.000 por millón de habitantes.

BRUSELAS, 5 Mar. (EUROPA PRESS) -
  La Confederación Europea ECHO, la principal patronal del sector de la Dependencia, ha reclamado este martes un plan de inversión de "alrededor de 30.000 millones de euros" con el objetivo de garantizar "que cualquier país de la Unión Europea alcance como mínimo una ratio de 6.000 camas por millón de habitantes, lo que implica la creación de medio millón de camas nuevas".
   El plan, bautizado 'Salud y Empleo' y elaborado por la Fundación Economía y Salud, prevé crear unas 500.000 plazas sociosanitarias y más de 765.000 nuevos puestos de trabajo directos e indirectos en el sector y coyunturales durante la construcción de las infraestructuras adecuadas, que requerirían una inversión de 30.000 millones en los primeros dos años, el plazo de ejecución de las obras.
   El volumen de negocio de la atención a la dependencia en la Unión Europea se eleva a unos 167 millones de euros anuales (el 1,32% del PIB europeo), emplea en la actualidad a más de 20 millones de personas o el 4% de la población europea y cuenta con una oferta de cerca de 3,5 millones de camas sociosanitarias en la actualidad, según datos del informe de la Fundación Español Economía y Salud presentado este martes en la Eurocámara.
   Sin embargo, existen grandes diferencias entre países en cuanto a la oferta de camas sociosanitarias, según pone de relieve el informe de la Fundación Economía y Salud, que será presentado este martes en el Parlamento Europeo por el presidente y secretario general de ECHO , Alberto de Santis y José Alberto Echevarría, que también es presidente de la Federación Española de la Dependencia, integrada en ECHO.
   Sólo Dinamarca (8.146), Países Bajos (10.293), Bélgica, (12.082), Austria (6.713), Alemania (10.324), Francia, (8.977), Finlandia (10.801), Suecia (13.900), Luxemburgo (10.688), Malta (10.821), Reino Unido (8.609), Hungría (8.290), Lituania (6.190), Estonia (6.314), Hungría (6.610), Eslovaquia (6.078) e Irlanda (6.045) alcanzan el ratio de las 6.000 camas o más por cada millón de habitantes en la actualidad, según datos del informe.
   España, con 245.927 camas sociosanitarias, sólo alcanza las 5.323 camas por cada millón de habitantes, por debajo de las 7.133 de media en la UE y necesitaría crear otras 31.251 para alcanzar las 6.000 camas por millón de habitantes.
   Además de España, los países que más se alejan del ratio de las 6.000 camas por millón de habitantes son Italia (3.503 camas por millón de habitantes), Letonia (3.017), Polonia (2.326), Bulgaria (1.849) y Rumania (1.209). Italia es el país que más camas necesitaría crear, 151.817 para llegar al ratio propuesto.
   Italia sería el país que más camas adicionales necesitaría crear, unas 151.817 más camas adicionales neceistaría crear llegar al radio de 6.000 camas por millón de habitantes, seguido de Polonia (141.553), Rumania (102.314) y España (31.251).
   En términos de empleo, el plan generaría la creación de 390.000 nuevos puestos de trabajo a tiemplo completo en el conjunto de Estados miembros y cerca de 375.000 durante los dos años de construcción de las nuevas camas.
   En el caso de España, el plan generaría 24.938 empleos en el servicio de atención (17.813 directos y 7.125 indirectos) y otros 24.306 empleos durante la construcción de las nuevas camas necesarias, lo que permitiría en total crear 49.244 puestos de trabajo, según datos del informe.
   ECHO defenderá que el plan presentado por el sector generará unos retornos para las Administraciones públicas superior al gasto para invertir en las camas sociosanitarias adicionales necesarias.
   En el caso concreto de España, el efecto presupuestario "neto" es positivo durante once años, según refleja el informe.
   La creación de 31.251 camas sociosanitarias de atención residencial, con un coste de 60.000 euros por cama, generaría retornos para la Administración pública de 4.545 millones de euros en un plazo de doce años a partir de una inversión privada de 2.268 millones de euros en dos años y un coste del servicio para la Administración española de 4.626 millones de euros.
   España destina algo más de un millón de euros a la Dependencia, el 0,84% en 2011 y el sector genera un volumen de negocio que asciende a 8,9 millones de euros anuales, según datos del informe.
   Se espera que la Patronal de la Dependencia ECHO defienda la necesidad de invertir en un sector estratégico en términos de generación de riqueza y empleos potenciales y para atender la creciente presión en los servicios sanitarios públicos. Se estima que la población de 65 años aumentará hasta el 30% en 2040 en la Unión Europea, donde ya existen cerca de 20 millones de personas en situación de dependencia.

viernes, 8 de marzo de 2013

El consumo de más de 20 gramos de embutido al día aumenta la mortalidad


Un estudio con casi 450.000 personas descarta un riesgo similar por comer carne roja o de ave



La relación entre consumo de carne y mortalidad no está todavía clara. Los factores para vivir más (dieta, pero también ejercicio, consumo de frutas, verduras, alcohol, tabaco…) son tantos que cada vez que se hace un estudio al respecto surgen las dudas de si se ha hecho bien. Pero el foco se cierra poco a poco. Un macroestudio observacional de 448.568 personas (hombres y mujeres) sin antecedentes de infarto, cáncer o ictus ha permitido delimitar más la situación. La conclusión más destacada es que limitar el consumo de carnes procesadas (salchichas, embutidos) a 20 gramos al día reduce la mortalidad un 3,3%. O, dicho al revés: quienes exceden esa ingesta tiene ese ligero riesgo de morir antes.
El trabajo siguió a los participantes reclutados en 23 centros de 10 países europeos (Francia, Italia, España, Holanda, Reino Unido, Grecia, Alemania, Suecia, Noruega y Dinamarca) durante una media de 10 años. En líneas generales, se fijaron tres variables: consumo de carne roja, de carne procesada y de carne blanca (pollo, pavo). Y se estableció la relación entre la dieta y la mortalidad. El trabajo se ha publicado en Biomedcentral.com, una revista digital en abierto.
Lo más complicado del estudio fue refinar los datos. Tradicionalmente, por ejemplo, se había asociado el consumo de carne, en general, con una mayor mortalidad. Pero los autores del estudio opinan ahora que esa conclusión era demasiado amplia. Para llegar hasta ella, se había comparado a grupos de personas que toman carne con vegetarianos, y esto introducía un factor de distorsión en los datos. Normalmente, los vegetarianos, debido a su inquietud por lo que comen, hacen una vida más sana: beben menos, fuman menos, hacen más ejercicio y están más delgados. En definitiva, se cuidan más, y eso hace que vivan más, aunque no se pueda atribuir ese hecho directamente a su dieta. Por el contrario, los hombres que comen más carne roja tienden a beber más, a fumar más, comen menos legumbres y frutas y hacen menos ejercicio. Todo eso les pasa factura, pero no se le puede echar la culpa a la carne.
Por eso el trabajo tiene dos partes. Una, laboriosa, que es obtener los datos del enorme grupo de voluntarios. La otra, mucho más complicada, es valorar exactamente qué influye en los resultados y en qué medida. Para ello se han hecho entrevistas intensivas a los voluntarios, se los ha sometido a cuestionarios periódicos y ha habido que hacer un concienzudo proceso de tabulación (por gramos de cada una de las carnes).
Una vez hecho esto, el resultado es que de una manera general, las personas que comen más carne blanca y los vegetarianos tienen una mortalidad similar. Esta aumenta un poco entre quienes toman más carne roja, pero la diferencia no es estadísticamente significativa. Queda el asunto del consumo de fiambres y embutidos (que también incluía preparados). Y ahí aparece el límite de los 20 gramos diarios. Esto, en líneas generales, está en consonancia con otros estudios, aunque los hay de todo tipo, admiten los autores: los que asocian la carne en general con un aumento de la mortalidad y los que no ven una diferencia estadísticamente significativa cuando se compara con los vegetarianos.
Al ir a desglose fino de los datos, se observa un matiz: la relación entre el consumo de carne en cualquiera de sus formas y la mortalidad no es estrictamente lineal. Si así fuera, eso quería decir que los vegetarianos, con ingesta cero, serían los más sanos. Pero esta relación “tiene forma de j”, indica el trabajo. Es decir, no tomar nada de carne parece peor que tomar algo. “Esto es comprensible porque la carne es una importante fuente de nutrientes, con proteínas, hierro, cinc, vitamina B, vitamina A y ácidos grasos esenciales. Un nivel insuficiente de estos nutrientes debido a una dieta vegetariana no equilibrada parece ser la causa asociada con un mayor riesgo de mortalidad y morbilidad [frecuencia de enfermedades]”, dicen los autores.
Otro hecho que destacan los autores es que “aunque el estudio EPIC [Investigación prospectiva Europea en Cáncer y Nutrición] incluye a 10 países con una amplia variedad de dietas”, se ha observado “una relativamente baja heterogeneidad en la relación entre consumo de carne y mortalidad total”.

“Hay que reducir el consumo de carne roja sin llegar al vegetarianismo”


“En España se toma casi cuatro veces la cantidad de carne roja recomendada”, dice el principal autor español del trabajo sobre dieta y mortalidad

El trabajo no sorprende a los expertos



El artículo Consumo de carne y mortalidad admite, como en los restaurantes de muchas estrellas, varias deconstrucciones. La conclusión principal, que “se podría reducir la mortalidad un 3,3% de media si se limitara la ingesta de carne procesada a menos de 20 gramos al día”, según resume el equipo de Asturias del estudio EPIC(Investigación Prospectiva Europea sobre Cáncer) sigue siendo su titular, pero el responsable del trabajo en España, Carlos Alberto González, del Instituto Catalán de Oncología, cree que hay aspectos que no deben ocultarse. Sobre todo que “hay que reducir el consumo de carne roja sin llegar a planteamientos vegetarianos”.
Asturias, Gipuzkoa, Navarra, Granada y Barcelona tienen grupos dentro del macroproyecto EPIC, que ha contado con financiación de las consejerías correspondientes y del Ministerio de Sanidad a través del Instituto de Salud Carlos III.
El trabajo, publicado en www.biomedcentral.com, venía a decir que la mortalidad no dependía del consumo de carne roja o blanca. “Pero la mortalidad no es un buen indicador” para indicar si un producto es sano o no. “Es mejor la morbilidad”, matiza González, y ahí hay múltiple estudios que relacionan la carne roja (tomada de una manera general, lo que incluye la procesada y el resto) con cánceres gástricos, de esófago y de colon, dice González. “Cuando se habla de cámcer no puede hacer en su conjunto. Hay muchos diferentes dependiendo de la localización, y hay tumores con una relación muy directa con la carne roja. Ese mensaje no debe olvidarse. En España la situación es preocupante; se toma demasiada carne roja. La recomendación es que sean 70 gramos al día, y el consumo medio es de casi cuatro veces más, 250 gramos al día”, afirma el oncólogo, aunque e estas cifras se incluyen todos los tipos. Y no solo hay una relación con algunos tipos de cáncer. También “aporta grasas saturadas, aumentan el riesgo cardiovascular y la obesidad”, añade González.
La causa biológica es que la carne roja (y aquí González incluye a del cerdo, pese a su aspecto blancuzco) aporta hierro orgánico, y este es “la principal fuente de formación endógena de nitrosaminas”.
El jamón de bellota es el menos malo; es dulce es peor"
El médico –argentino pero que lleva 30 años en España- admite que entre las carnes preparadas está el jamón. “Pero no todos son iguales. El de bellota tiene, por así decirlo, grasas vegetales, poliinsaturadas, que tienen un efecto cardiovascular mínimo. es el menos malo”, dice. El jamón serrano de menor calidad es, por eso mismo, peor. “Curiosamente, el dulce o de york es peor, porque tiene mucha más sal”, añade González.
Algo parecido ocurre con las hamburguesas. “No es lo mismo la que se hace picando la carne en el omento que las preparadas”, dice González. Por eso, en el estudio las hamburguesas se han incluido entre la carne preparada, porque les “agregan nitritos para su conservación”.
En las explicaciones de González aparecen dos compuestos que son clave en el daño que pueden hacer los productos preparados, según la nota del grupo asturiano de EPIC. “Los grandes consumidores de carne procesada (beicon, salchichas, embutidos, comidas preparadas que contienen carne) incrementaban un 18% su riesgo de fallecimiento por cada 50 gramos al día que ingieran”, resumen. “Este aumento se relacionaba principalmente con enfermedades cardiovasculares y cáncer”.
Aunque el trabajo es de carácter estadístico (se han analizado 26.344 muertes entre 448.568 personas desde 1992 a 2009), los investigadores asturianos apuntan a esta relación: “Se piensa que los procesos de salado, curado o ahumado que se utilizan en la elaboración de este tipo de productos conllevan la ingesta de carcinógenos (hidrocarburos policíclicos aromáticos, aminas heterocíclicas aromáticas, nitrosaminas), así como la ingesta de productos específicos que facilitan el proceso de carcinogénesis (nitritos)”. Además, indican que este tipo de carne contiene “mayor proporción de ácidos grasos saturados y colesterol”, lo que se relaciona con un aumento del riesgo cardiovascular.
Los preparados tienen nitritos, nitrosaminas, hidrocarburos policíclicos
Aparte de lo llamativo del titular, José López Miranda, del Centro de Investigación Biomédica en Red en Obesidad y Nutrición (Ciberobn) afirma que el estudio EPIC “no solo tiene una base poblacional muy grande, sino que está muy bien hecho”. Por eso no le extrañan las conclusiones. “Los efectos de comer mucha carne roja ya están acreditados, sobre todo en estudios en EE UU”, dice. “Lo sorprendente habría sido que hubieran concluido otra cosa”, afirma el médico del hospital Reina Sofía de Córdoba. Lo que él cree es que no deben centrarse las conclusiones en el embutido, porque este es “solo una parte de la carne procesada”. Igual que González, no quiere que el resultado se interprete como un aval al consumo masivo de carne roja.
Pese a ello, López Miranda pone dos pegas. Primero, que como las conclusiones no son chocantes, el estudio se haya publicado en una revista de poco impacto (poco peso en la comunidad científica); segundo, que se trata de un estudio observacional. Es decir, se analiza lo que pasa, pero no se interviene sobre ello. Y esos son los tipos de estudio con más importancia, dice. Porque, mientras tanto, hay otra serie de factores, como recoge el propio trabajo, que pueden influir. Un tipo de dieta que abuse de los preparados, las salchichas, los bocadillos de embutido, suele estar asociada a otros hábitos (sedentarismo, poca ingesta de verduras), y separar cada uno, pese a los esfuerzos de los investigadores, es difícil. 



miércoles, 6 de marzo de 2013