martes, 24 de junio de 2014

Habrá que intentarlo cada año.

Todo es aprovechable, este año lo he comprobada de una forma total, y sin temor a equivocarme, la naturaleza, al igual que la energía, ni se crea ni se destruye, se transforma.
Hace ya unos años, que vengo trabajando el huerto en mi pueblo, unas temporadas con mejor fortuna que otras, también he plantado algún árbol, cosa que “me llena de orgullo y satisfacción”.
Mi padre era un gran amante de los árboles frutales, recuerdo que les compraba a viveros Gimeno de Sabiñán –Zaragoza, y se lo mandaban, por el correo de Ariza, tristemente desaparecido años ha.
Hay quien con cierto recochineo me dice: esto Pocholo no es lo tuyo, tanto es así que me han “llevado el azadón”, en espera que abandone, por falta de herramientas. A un amigo que he preguntado, por si había visto u oído algo, me ha espetado; no se nada, pero si le veo, te le tiro al río.
El huerto, lo cuido lo mejor que se; pero el sitio a lo peor no es el idóneo los conejos me le invaden con nocturnidad y alevosía comiendo alegremente las lechugas tiernitas, los pájaros también hacen de las suyas, retoñan sí, pero vuelven a las mismas, que decir de los repollos, solo tienen un tallo tieso, pero sin ningún porvenir, bueno también hay algo de pulgón en las plantas de tomate, que lo elimino, tratando de no utilizar productos agresivos, lo riego como si fuera un vergel, esperando que San Antonio, repita el milagro del romance.
No acaba ahí la cosa, el domingo después de la procesión del Corpus, fuimos parte de la familia con unas cestas a por las tan ansiadas cerezas, (aún las recuerdo, los ramilletes de frutos rojos y amarillos diciéndome cómeme) y así ha sido, se ve que los pájaros de diferentes tamaños se nos adelantaron.
Mi mujer, mis nietos y yo, buscamos y rebuscamos, entra ramas y hojas, pidiendo al Señor, nos hubieran dejado una sola para compartir, pero que si quieres arroz Catalina, ni una, cero patatero, los titos del suelo, demostraban que el árbol si es un cerezo, cosa que a mis nietos les costo entender, habíamos pensado muy seriamente, que si encontrábamos una, la mantendríamos en la boca un rato cada uno, cosa que por otro lado hubiera sido una “guarrerida”.
Dicen que más se perdió en la guerra y venían cantando, así que yo os dejo este romance, que tantas veces a cantado Joaquín Díaz, Candeal y otros, que a veces entono, mientras trato de quitar la maldita grama.



Divino, glorioso Antonio, suplícale a Dios inmenso
que con su gracia divina, alumbre mi entendimiento,
para que mi lengua refiera el milagro
que en el huerto obraste de edad de ocho años.
Su padre era un caballero, cristiano, honrado y prudente
que mantenía su casa con el sudor de su frente
y tenía un huerto donde recogía
cosechas del fruto que el tiempo traía.
Y una mañana un domingo, como siempre acostumbraba
se marchó su padre a misa diciéndole estas palabras:
Antonio querido, ven aquí hijo amado
escucha que tengo que darte un recado.
Mientras tanto yo esté en misa, gran cuidado has de tener mira que los pajarcitos, todo lo echan a perder.
Entran en el huerto, pican el sembrado;
por eso te pido que tengas cuidado.
El padre se fué a la iglesia a oír misa con devoción
Antonio quedó cuidando y a los pájaros llamó:
Venid, pajarcitos, dejad el sembrado
que mí padre ha dicho que tenga cuidado.
Por aquella cercanía, ningún pájaro quedó
porque todos acudieron donde Antonio los llamó.
Lleno de alegría San Antonio estaba,
y los pajarcitos alegres cantaban.
Al ver venir a su padre, luego los mandó callar.
Llegó su padre a la puerta y le empezó a preguntar:
Dime tú, hijo amado; dime tú Antoñito;
¿tuviste cuidado con los pajaritos?
El hijo le contestó: Padre, no esté preocupado
que para que no hagan daño, todos los tengo encerrados.
El padre que vió milagro tan grande
al señor obispo trató de avisarle.
Acudió el señor obispo con grande acompañamiento; quedaron todos confusos al ver tan grande portento. Abrieron ventanas, puertas a la par
por ver si las aves querían marchar.
Antonio les dijo a todos: Señores, nadie se alarme;
los pajarcitos no salen hasta que no se lo mande.
Se puso a la puerta y les dijo así:
Volad pajarcitos, ya podéis salir.
Salgan cigüeñas con orden, águilas, grullas y garzas gavilanes y mochuelos, verderones y avutardas;
salgan las urracas, tórtolas, perdices,
palomas, gorriones y las codornices.
Cuando acaban de salir, todos juntitos se ponen
aguardando a San Antonio, para ver lo que dispone,
y Antonio les dice, No entréis en sembrado
¡ros por los montes y los ricos prados.
Al tiempo de alzar el vuelo, cantan con mucha alegría despidiéndose de Antonio y toda la compañía.
El señor obispo, al ver tal milagro
por todas las partes, mandó publicarlo.
Arbol de grandiosidades, fuente de la caridad
depósito de bondades, padre de inmensa piedad,
Antonio divino, por tu intercesión
merezcamos todos la eterna mansión.
Pocholo.Quintanilla de Arriba.