lunes, 10 de marzo de 2014

La pobreza en la vejez.

Entre 2004 y 2012 el riesgo de pobreza se ha extendido algunas décimas en España, pasando del 19,9 al 21,1% de la población. Parece poco, dada la crisis actual. Pero los indicadores agregados “resumen” la combinación de distintas “partes”, con características y comportamientos propios (en un río con una profundidad media de 30cm. hay tramos donde es posible ahogarse). Si analizamos por edades, los resultados son menos tranquilizadores: la pobreza de los menores aumentó del 24,2 hasta el 25,9%, que ya no es un aumento insignificante, pero para los 16-64 años, subió nada menos que del 16,4 al 21,0% .
Población en riesgo de pobreza en España, según grandes grupos de edad, 2004 y 2012
Fuente: INEBASE: Encuesta de Condiciones de Vida 2004 y 2012.
Ahora todo parece más coherente con la situación que todos percibimos, y no es difícil enlazar esta degradación de los adultos con la actual crisis de empleo. Pero entonces, ¿por qué  el porcentaje general aumenta tan poco?
Las explicación es muy elocuente en el gráfico, y está en algo que no parece tan “lógico”, el espectacular  descenso de la pobreza entre los más mayores.
¿Cómo es esto posible? Para empezar, y aunque a algunos les sorprenda, no se trata de novedad alguna. Hace muchos años, en La situación social de la vejez en España, “me apunté” a esa corriente de investigación sobre las mejoras experimentadas por la pobreza relativa de los mayores. Si hay que buscar un inicio a esa corriente, probablemente está en el hallazgo de Samuel Preston en EEUU (¡hace treinta años!) de algo muy similar a lo que ahora vemos en España. Hasta entonces el tópico decía que era en los hogares donde residen ancianos donde resultaba más probable encontrar pobreza, y la propia lógica del ciclo productivo encajaba con ello (los viejos no tienen ingresos por trabajo como los adultos, y su situación económica no puede más que degradarse). De ahí el lenguaje y las ideas “protectoras” respecto a la vejez, tan antiguos y extendidos. Para su sorpresa, manejando datos sobre la pobreza relativa de los hogares y la edad de sus residentes, la evolución que Preston encontró fue esta:
Pobreza relativa según las edades, EEUU 1970 y 1982
Preston, S.H. (1984), “Children and the Elderly: Divergent Paths for America’s Dependents”.Demography  21 (4): pg. 442.
Más tarde escribí ¿Cómo ha mejorado tanto la vejez en España? con un análisis propio más extenso. Remito a esos dos textos (los tenéis en libre acceso aquí) a los que estéis interesados en el desarrollo del tema desde los años ochenta, que pasan por un famoso proyecto comparativo europeo (el Luxemburg Income Study, liderado por T. Smeeding), o trabajos como el de S. Kono en Japón olos del CERC y el INSEE en Francia.
No voy a entrar en la discusión, amplia, sobre las explicaciones de esta mejora en la vejez. La hipótesis fácil, el tópico al que recurre el propio Preston, es que los viejos, al ganar peso demográfico, han aumentado también su capacidad de modificar (a su favor) las políticas públicas. En otras palabras, es papá Estado el que, con mejores pensiones, servicios sociales o atención sanitaria, ha conseguido que los viejos dejen de ser tan pobres como antaño.
Más aún: si el resto de edades empeoró, también tienen la culpa los viejos. En un contexto de recursos públicos limitados, y con la asunción no explícita pero evidente de un marco de análisis que en teoría de juegos se conoce como “de suma cero”, todo lo que unas edades ganen es a costa de los demás. Para tanto gasto hay que chupar cada vez más sangre de los jóvenes en forma de impuestos, y además dedicarles menos recursos. Así que las alarmas ante el envejecimiento demográfico están más que justificadas, y el natalismo permanece como la receta para resolver el suicidio demográfico que estamos cometiendo.
Este tópico antiquísimo no es políticamente neutro. Justifica los recortes a las pensiones, el incumplimiento de los gastos en dependencia o la tijera en servicios sociales a la vejez. No es casual que triunfase en los años ochenta, en medio del imperio de recetas como las de Reagan o Thatcher para salir de la crisis industrial (Preston era un convencido reaganiano), y también actualmente, cuando la “austeridad” presupuestaria parece todo lo que se necesita para superar el desastre al que los abusos financieros nos han llevado.
Pero ¿es cierto? ¿es la acción estatal la que ha mejorado la situación de los viejos y empeorado la de los demás? Yo no lo creo. Me parece mucho más realista, acorde con los hechos, y más justo también, reconocer el mérito de los propios protagonistas en la mejora relativa de la vejez. Desde una perspectiva generacional, la realmente interesante y explicativa en demografía, las trayectorias vitales y laborales de quienes ahora cumplen 65 años son mucho mejores que las de los antecesores. La obsesión estato-céntrica imperante en el análisis sociológico, político y también periodístico, ignora que en las sociedades humanas también se producen cambios no provocados ni dirigidos por los Gobiernos o el “Gran Político” de turno.  Se olvida que los actuales jubilados han trabajado desde los catorce años, sacando partido a ser las primeras generaciones cuya trayectoria colectiva desde la infancia no se vió truncada por grandes contratiempos, como las epidemias, las hambres y las guerras recurrentes en el pasado. Este argumento es el que articula ¿Cómo ha mejorado tanto la vejez en España? y no insistiré en él aquí.
Lo que quiero hacer en esta entrada es invitar a pensar sobre las consecuencias que puede tener la evolución observada en el gráfico, así que agradeceré vuestros comentarios e ideas.
De momento se me ocurre una paradoja: volverá a haber quien piense que los jóvenes y adultos se están viendo perjudicados por la vejez, y el gráfico podrá utilizarse para argumentar mayores recortes en pensiones. La paradoja está en que probablemente lo mejor que le ha ocurrido a jóvenes y adultos en España es la generalización de la supervivencia de sus mayores y poder contar con ellos ahora que, además, son generaciones que han envejecido mucho mejor que las anteriores. El motivo es que esos viejos-jóvenes actuales son una buena parte de la capacidad de “desmercantilizar” bienes y servicios que proporcionan a familiares que no podrían  pagarlos. Esping Andersen adoptó ese término en un famoso libro, para definir la esencia del Estado del Bienestar, olvidando que también la familia es un agente desmercantilizador de primer orden.  Se apresuró a corregir este olvido, cuando empezaron a criticarle su clasificación “extraña” de algunos países, España entre ellos.
En la actual situación de crisis, pero también en los años anteriores ante muchísimas carencias sociales no cubiertas por el Estado del Bienestar, la población española ha “tirado” de sus viejos-jóvenes para cuidar nietos, hacer trámites en horas laborales, avalar préstamos, atenuar los efectos del paro o los problemas habitacionales. Con toda seguridad, su pensión, su vivienda y sus ahorros son actualmente la explicación de que la vida pueda seguir en  miles de hogares donde todos los residentes adultos están en paro. Estas generaciones, además, son las que realmente están cargando con el mayor peso del cuidado a los dependientes muy ancianos, de nuevo ante la inoperancia y retraimiento público en esta materia.
Menuda paradoja: mientras seguimos con el discurso automático de la vejez “dependiente” y pobre, los nuevos viejos han roto el tópico sin que nuestros esquemas mentales se hayan adaptado al mismo ritmo. Lo han hecho a base de trabajo y esfuerzo prolongado durante toda una vida (las pensiones no se las regalan: han cotizado para tener derecho a ellas), y en muy buena medida comparten sus logros con sus descendientes y familiares. Pero probablemente nuestros políticos, a medida que se vayan dando cuenta de este cambio, lo que harán será recortarles derechos y recursos, y cargarles con más responsabilidades. La abuela estresada lleva camino de convertirse en parte integral de nuestro paisaje social, y nadie parece dispuesto a ayudarle.
PD. Recomiendo entrar en Focus on Spanish Society, november-december 2013 (un excelente informe dirigido por Elisa Chuliá para FUNCAS), descargar el pdf, y observar los gráficos 1 y 3 para complementar este post.
Referencias citadas
    • Esping-Andersen, G. (1993), Los tres mundos del estado del bienestar. Valencia: Edicions Alfons el Magnànim.
    • Guillemard, A.M. (1992), Análisis de las políticas de vejez en Europa. Madrid: INSERSO.
    • Pérez Díaz, Julio (2003), “¿Cómo ha mejorado tanto la vejez en España?” publicado en Gobierno de Aragón Políticas Demográficas y de Población (IIÞs Jornadas, organizadas por CEDDAR), Zaragoza, pp. 81-107
    • Preston, S.H. (1984), “Children and the Elderly: Divergent Paths for America’s Dependents“.Demography  21 (4): 435-457.
    • Smeeding, T.; Boyle Torrey, B., Rein, M. (1988), “Patterns of Income and Poverty: The Economic Status of Children and the Elderly in Eight Countries.” en Palmer, J.L., Smeeding, T., Torrey, B.B. -Ed-, The vulnerable. Washington, D.C.: Urban Institute Press, pp. 89-119.

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