lunes, 10 de marzo de 2014

Ejemplo internacional en Dinamarca: Lyngvang.

Hace unos días ilustrábamos la alternativa a la institucionalización de las personas mayores con una fotografía de una reunión de amigos alrededor de una barbacoa. Hoy viajamos a Dinamarca a conocer dónde viven esas personas:
A 13 km de Copenhague, conectada con ella por tren, se encuentra Kongens Lyngby, una ciudad de 10.000 habitantes donde muchos daneses tienen su segunda residencia. Allí hace pocos años se construyó el “Lyngvang Seniorbofællesskab” (diríamos en inglés “Lyngvang senior cohousing”): una comunidad con sentido, realizada como cooperativa en régimen de cesión de uso, modelo ya clásico danés para una vida independiente  en la ¿tercera? edad.
LyngvangSus promotores han decidido como primera norma para unirse a su grupo tener más de 50 años. ¿Una condición excluyente? Ya lo hemos comentado en otras ocasiones, si el número de viviendas no es muy grande esto no tiene por qué convertirse en “gueto” (la experiencia internacional aconseja una horquilla entre 15 y 30 viviendas). Con estos modelos no se pretende la “integración” de las personas mayores en la sociedad, sino una verdadera “inclusión”. Y la elección de compañeros de la misma edad (en todo caso “más de 50″ da muchas edades posibles…) es respetable, puesto que el objetivo es crear entornos donde las personas se encuentren a gusto con quien ellas decidan. También se pretende garantizar la continuidad de la actividad que desean desarrollar allí como comunidad. Eso sí, la opción ha de ir acompañada con una buena elección del lugar, que permita la interrelación con un entorno social más amplio. Y este es el caso.
Visto desde el aire, el complejo de 20 viviendas tiene una estructura que explica muy bien el modelo arquitectónico de “senior cohousing”. Ya hemos visto que pueden construirse como bloques de viviendasrehabilitando espacios, en manzanas cerradas, con jardín más o menos amplio… En este caso la arquitectura explica bien la relación de los apartamentos (mundo privado) con la casa común (espacio de encuentro y relación con otros). Los espacios de estancia privativos “miran” hacia las zonas comunes. Si es posible, esta situación es importante porque anima a la vida comunitaria, clave en el proceso de envejecimiento. En todo caso, la decisión de “participar u organizar eventos [comunitarios] vendrá de la propia decisión o aptitud personal”.
Suele ser también habitual disponer de un espacio exterior propio de uso privado. La distribución más frecuente sitúa la entrada a cada vivienda desde el jardín común, a través del comedor-cocina, para avanzar en privacidad hacia los dormitorios y situar el espacio exterior privado al fondo, con la máxima intimidad. En este caso encontramos variantes: el bloque de 12 viviendas sitúa el espacio exterior privado hacia el jardín interior, y tanto a él como a las restantes viviendas se accede desde el exterior.
La zona común es sencilla: un gran salón multiusos (47m2) , un espacio de almacenaje, dos habitaciones de invitados, una cocina común y servicios. Una vez al mes se reúnen para hacer una comida comunal. Y es frecuente que por las noches organicen conciertos, conferencias, etc.
El diseño es totalmente adaptado a personas con discapacidad. La gestión del complejo la ha realizado la Fundación OK.

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