lunes, 13 de abril de 2015

SUBIR LA EDAD DE JUBILACIÓN NO ES LA CLAVE

Reproduzco a continuación una columna publicada por mi colega Jeroen Spijker, entre los análisis breves, brevísimos, que regularmente se incluyen en la sección de economía del diario La Vanguardia (Lunes 6 de abril de 2015, pg 53, versión impresa en castellano). Encontraréis muchos elementos para la reflexión sobre la relación entre envejecimiento demográfico y futuro de las pensiones, un tema sobre el que conviene que debatamos todos seriamente en vez de dejarlo en manos de los iluminados que nos gobiernan (¡espero vuestras opiniones, claro!).

Subir la edad de jubilación no es la clave

ANÁLISIS: Jeroen Spijker Demógrafo e investigador delCentre d’Estudis Demogràfics
El envejecimiento de la población es el cambio de la estructura por edad de la población en que la proporción de mayores de 65 años aumenta en relación a las personas más jóvenes. Con frecuencia se considera que el envejecimiento supondrá un peso cada vez más grande para el gasto público destinado al bienestar y salud de los mayores, y por eso ha sido un motivo importante para ciertos ajustes de austeridad y el aumento en la edad de jubilación. Sin embargo, no se puede usar el envejecimiento de población como cabeza de turco porque es solamente un factor de muchos que afecta al nivel de ingresos necesarios para financiar el sistema del bienestar.
La edad legal de jubilación no se ha cambiado desde 1919. Dado que la esperanza de vida a los 65 años aumentó de 10 a 21 años se podría pensar que algún aumento está justificado. No obstante, el incremento del coste de las pensiones no está del todo relacionado con el envejecimiento, sino porque la edad promedio de salida del mercado laboral bajó de los 68 años en 1960 a 60 en el 2001, aunque desde entonces ha sumado un par de años. El crecimiento de las jubilaciones por invalidez fue uno de los motivos de esta disminución y desde los años ochenta también a causa de los ERE u otro tipo de despidos colectivos por razones económicas. Según la reforma del sistema de pensiones las nuevas promociones de trabajadores tendrán que trabajar hasta los 67 años, pero ¿eso realmente solucionaría la crisis de fondos estatales para las pensiones? Lo dudo. El primer problema en nuestro país no es la edad de jubilación, sino el paro (24%), la baja tasa de ocupación laboral de personas entre 50 y 64 años (46%) y, por otro lado, un alto nivel de actividad económica informal (25% del PIB nacional), el último en parte porque hay ramas de actividad donde se da mucha evasión de impuestos por servicios y productos. Además, subir la edad de jubilación es también socialmente injusto: las clases más desfavorecidas perderán una proporción mayor de la jubilación que los ricos, ya que mueren antes. En vez de aumentar la edad de jubilación, el Gobierno podría planear no fijar una edad específica, que penaliza a los que han cotizado menos de 35 años. En cambio, podría estimular a las empresas y a sus trabajadores de entre 50 y 64 años a mantenerse en el mercado laboral y, si quisieran, continuar trabajando más allá de los 65, pero con una particularidad: que fuese a tiempo parcial para también dejar sitio a las nuevas generaciones. Por último, aunque muchos de los nuevos jubilados tienen más recursos económicos que sus predecesores, el bienestar de los futuros jubilados dependerá mucho de las políticas que se pongan en marcha ahora. También será necesaria más voluntad por parte de las empresas para encontrar el equilibrio entre los beneficios, el derecho al trabajo, la formación permanente de los trabajadores y un rendimiento razonable cuando se jubilen aquellos que cotizaron muchos años. La Vanguardia (6 /4/ 2015)

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