lunes, 7 de abril de 2014

+ LA VEJEZ, LOS(AS) VIEJOS(AS) DE SARAMAGO.

Estos tres post corresponden a escritos que hizo Saramago durante octubre y noviembre de 2008 en el blog que tuvo hasta su muerte, y que he podido leer a través del libro “el cuaderno”.
Cuando sea mayor quiero ser como Rita
Esta Rita a la que quiero parecerme cuando sea mayor es Rita Levi-Montalcini,Premio Nobel de Medicina en 1986 por sus investigaciones sobre el desarrollo de las células neurológicas. Pues bien, Premio Nobel es algo que ya tengo, luego no sería por ambición de esa gran o pequeña gloria, las opiniones de los entendidos divergen, por lo que estoy dispuesto a dejar de ser quien he sido para convertirme en Rita. Para colmo teniendo ya una edad en la que cualquier cambio, incluso siendo prometedor, siempre se nos presenta como un sacrificio en las rutinas en las que, más o menos, acabamos acomodándonos.
Y ¿por qué quiero e parecerme a Rita? Es sencillo. En el acto de su investidura como Doctora “Honoris Causa” en el aula magna da Universidad Complutense, de Madrid, esta mujer, que en Abril cumplirá cien años, hizo unas cuantas declaraciones (qué pena que no hayamos conseguido la transcripción completa de su improvisado discurso) que me dejaron por un lado asombrado, por otro agradecido, puesto que no es fácil imaginar juntos y unidos estos dos sentimientos extremos. Dijo: “Nunca he pensado en mí misma. Vivir o morir es la misma cosa. Porque, naturalmente, la vida no está en este pequeño cuerpo. Lo importante es la forma en que hemos vivido y el mensaje que dejamos. Eso es lo que nos sobrevive. Eso es la inmortalidad”. Y dijo más: “Es ridículo obsesionarse con el envejecimiento. Mi cerebro es mejor ahora que cuando era joven. Es verdad que veo mal y oigo peor, pero mi cabeza ha funcionado siempre bien. Lo fundamental es tener activo el cerebro, intentar ayudar a los demás y conservar la curiosidad por el mundo”. Y estas palabras me hicieron sentir que había encontrado un alma gemela: “Estoy en contra de la jubilaciónreforma o cualquier otro tipo de subsidio. Vivo sen eso. En 2001 no cobraba nada y tuve problemas económicos hasta que el presidente Ciampi me nombró senadora vitalicia”.
No todo el mundo estará de acuerdo con este radicalismo. Pero apuesto que muchos de los que me leen también querrán ser como Rita cuando sean mayores. Que así sea. Si lo hacemos, podemos tener la seguridad de que el mundo cambiará enseguida para mejor. ¿No es eso lo que vamos diciendo que queremos? Rita es el camino.
86 años
Me dicen que las entrevistas han valido la pena. Yo, como de costumbre, lo dudo, talvez porque estoy cansado de oírme. Lo que para otros todavía puede ser novedad, para mí se ha convertido, con el paso del tiempo, en comida recalentada. O algo peor, me amarga la boca la certeza de que unas cuantas cosas sensatas que he podido decir durante la vida no habrán tenido, a fin de cuentas, ninguna importancia. Y ¿por qué habrían de tenerla? ¿Qué significado tiene el zumbido de las abejas en el interior de la colmena? ¿Les sirve para comunicarse unas con las otras? ¿O es un simple efecto de la naturaleza, la mera consecuencia de estar vivo, sin previa conciencia ni intención, como un manzano da manzanas sin preocuparse de si alguien vendrá o no a comérselas? ¿Y nosotros? ¿Hablamos por la misma razón que transpiramos? ¿Solo porque sí? El sudor se evapora, se lava, desaparece, más tarde o más temprano llegará a las nubes. ¿Y las palabras? ¿Adonde van? ¿Cuántas permanecen? ¿Por cuánto tiempo? Y, finalmente, ¿para qué? Son preguntas ociosas, ya lo sé, propias de quien cumple 86 años. O talvez no tan ociosas como parece si pienso que mi abuelo Jerónimo, en sus últimas horas, fue a despedirse de los árboles que había plantado, abrazándolos y llorando porque sabia que no volvería a verlos. La lección es buena. Me abrazo a las palabras que he escrito, les deseo larga vida y recomienzo la escritura en el punto en que la había dejado. No hay otra respuesta.
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photo credit: Julie70 via photopin cc
106 años
Esa mujer de ciento seis años, Ann Nixon Cooper, que Obama citó en su primer discurso como presidente electo de Estados Unidos, talvez llegue a ocupar un lugar en la galería de los personajes literarios favoritos de los lectores norteamericanos, al lado de aquella otra que, viajando en un autobús, se negó a levantarse para darle el asiento a un blanco. No se ha escrito mucho sobre el heroísmo de las mujeres. De entre lo que Obama nos contó sobre Anne Nixon Cooper no sobresalían actos heroicos, salvo los del vivir cotidiano, pero las lecciones del silencio no tienen que ser menos poderosas que las de la palabra. Ciento seis años viendo pasar el mundo, con sus convulsiones, sus logros y sus fracasos, la falta de piedad o la alegría de estar vivo, a pesar de todo. En la noche pasada esa mujer vio la imagen de uno de los suyos en mil carteles y comprendió, no podía dejar de comprenderlo, que algo nuevo estaba sucediendo. O guardó simplemente en el corazón la imagen repetida, a la espera de que su alegría reciba justificación y confirmación. Los viejos tienen estas cosas, de repente abandonan los lugares comunes y avanzan a contracorriente, haciendo preguntas impertinentes y manteniendo silencios obstinados que enfrían la fiesta. Ann Nixon Cooper sufrió esclavitudes varias, por negra, por mujer, por pobre.
Vivió sometida, las leyes podrían haber mudado en el exterior, pero no en sus diversos miedos, porque mira a su alrededor y ve mujeres maltratadas, usadas, humilladas, asesinadas, siempre por hombres. Ve que cobran menos que ellos por los mismos trabajos, que tienen que asumir responsabilidades domésticas que se quedarán en la sombra, a pesar de ser necesarias, ve como les obstaculizan los pasos decididos, y sin embargo siguen caminando, o no se levantan en el autobús, contémoslo una vez más, como aquella mujer negra, Rose Banks, que hizo historia, también.
Ciento seis años viendo pasar el mundo. Quién sabe si lo verá bonito, como mi abuela, poco antes de morir, vieja y hermosa, pobre. Talvez la mujer de la que Obama nos habló anoche sintiera la serenidad de la alegría perfecta, talvez lo sepamos un día. Entretanto felicitemos al presidente electo por haberla sacado de su casa, por haberle prestado un homenaje que ella probablemente no necesita, pero nosotros sí. A medida que Obama iba hablando de Ann Nixon Copper nos dábamos cuenta de que cada palabra o ejemplo nos hacía mejores, más humanos, a la vera de una fraternidad total. De nosotros depende que dure este sentimiento.
Porque creo que Rita es el camino, quiero ser una “vieja chora”
Espero tener la salud y las capacidades par viajar por el mundo y conocer gente soñadora, gente que no tema arriesgar, probar y ensayar ideas nuevas para un mundo mejor. Estar rodeada de esa gente me mantendrá joven.
Me aterra pensar en que algún día pueda dejar de tener sueños y metas. Quiero crear hasta la muerte.
Socióloga Javiera Sanhueza, Máster Gerontología Social

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