martes, 18 de junio de 2013

El encuentro


He constatado con cierta sorpresa, que la distancia o la cercanía, influyen de forma extraordinaria, en el comportamiento  de las personas y en su forma de entender la solidaridad.
 Parece que los que están lejos, la miseria de las personas que viven en países pobres, su situación endémica, producen un cierto desasosiego, desde hace ya muchos años, en las conciencias ciudadanas de los países mas prósperos.
Recuerdo de niño: la hucha de las misiones o del Domund. Salíamos a la calle a pedir en nombre de los más pobres, en un gesto de buena intención, aleccionados por los que de forma ingenua o no, esperaban  remediar los males en países en situación de mucha pobreza. (Hoy creo que muchos siguen igual).
Hoy ante la llamada crisis en nuestro país,  hacemos de esta solidaridad, la enseña permanente, a favor de colectivos mas desfavorecidos.
Hasta ahí nada que objetar, el problema viene, cuando las personas necesitadas, son vecinos nuestros, o personas de nuestro entorno, a las que conocemos,
Me he llevado una gran decepción, cuando en mi pueblo, una de las personas mas necesitadas y llevando dos años en paro, sin cobrar nada, no haya tenido (por lo menos en esta ocasión y dudo de otras) acceso al puesto de trabajo de servicios varios, que  el Ayuntamiento de mi pueblo ofertó, para parados, con subvención de la Junta y Diputación, para trabajar tres meses en esa localidad.
Parece que las personas distintas, a las que nosotros consideramos, fuera de nuestro hábitat natural, si no producen molestias, no piden nada o no salen de casa, podríamos perdonarlas su situación, con tal de que no contaminen nuestra reputación de personas de bien, aunque poco a poco, de una forma u otra, vamos empujando para ver si se van lejos, siempre en aras, como es natural, (quien lo va a poner en duda) del bienestar,  del resto de los vecinos.
Al igual que en mi comunidad vecinal, ocurre con un par de personas, que no pagan sus cuotas comunitarias, por razones obvias y la mayoría de los vecinos abogan por interponer demandas judiciales, a sabiendas de que no pagarán, mientras se nos llena la boca de solidaridad, cuando el débito es a otros.
Parece que hay personas que, equivocada o no, achacan a que  la situación en la que se encuentran estas personas, es fruto de su desidia, su mala administración y como consecuencia de ello, que Dios les ampare o que les parta un rayo. (Se de que hablo, por si tuviera que dar mas explicaciones).
Arropados en los colectivos de imagen solidaria, pedimos públicamente, que se aplacen o perdonen las deudas de los más desfavorecidos, incluso hacemos donaciones públicas, para demostrar cuan solidarios somos, mientras que, los que tenemos a nuestro lado, no se merecen esa consideración de favor,  dejando en la más pura marginalidad a personas de nuestro entorno.
Por si no me hubiera explicado con claridad, pondré uno de esos ejemplos chistosos: El encuentro.
¡¡Qué grandes amigos somos Mariano!!
 Si Pepe, somos amigos de toda la vida, haría por ti, cualquier cosa.
 Ya lo se, estoy seguro que si estuviera necesitado y tu tuvieras dos pisos,  me darías uno,
Bueno,  eso ni que decir tiene, no tendrías ni que pedírmelo.
O si yo, estuviera sin coche y tu tuvieras dos…vamos Pepe, uno de mis coches sería tuyo, sin ninguna duda.
¿Oye y si tuvieras cien euros me darías cincuenta? ¡Hombre, eso si que no! por que si que les tengo. ¡Hasta ahí podíamos llegar!

Pocholo.





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