“Todo
es presente. Ayer no terminará sino mañana, y mañana empezó hace diez mil
años”. William Faulkner
Cuidado que es hermosa y profunda
la frase del famoso escritor norteamericano. Le he dado mil y una vueltas al
tema del tiempo y hasta he escrito algunas páginas que no quiero mirar puesto
que todo es nuevo si dejamos que fluya como el agua el pensamiento, no es bueno
ni plagiarse a uno mismo, y esta frase me ha parecido magistral porque encierra
tal cantidad de lecturas que nunca seríamos capaces de ponerle final. Es lo que
pasa con los clásicos, y este lo es.
Ayer no terminará, sino
mañana. Por mucho que intentemos
cargarnos el pasado, y lo hemos intentado millones de veces, porque creíamos no
deber nada a nadie, y menos a nuestros antepasados, hasta nos hemos reído de lo
atrasados que estaban quienes nos han precedido, y siempre nos iba pareciendo
infinitamente mejor los ingenios y maravillas de hoy que todos los cachivaches
juntos del ayer, hasta que viene un autor encendido y nos sacude y nos suelta
esa inmensa verdad: ayer terminará mañana, porque es tanto, de tal magnitud y
de tanto valor que no hay fuerza en la naturaleza capaz de hacerlo desaparecer
y que no sigan y sigan encendidas sus ascuas, así como dando calor e iluminando
el paisaje, porque el ayer sigue humeando.
Hay que ser desagradecido, y
casi-casi hasta mal nacido, para dejar apagar el corazón de esas ascuas y
el mejor de los recuerdos que, como homenaje, debería estar siempre a flor de
piel en nuestros mejores momentos.
Recuerda que cuando dejamos de
acordarnos de los que tanto nos ayudaron a ser es cuando realmente mueren para
siempre.
Mañana empezó hace diez mil años. Ni hoy ni mañana tienen su comienzo y origen en estos y
en los próximos instantes, porque todo es un fluir como la corriente del río
que tiene millones de años de rica historia y siempre es nueva y distinta
y lo que estamos viendo con nuestros ojos o tocando con nuestra piel viene de
muy lejos y trae canciones y mensajes y mucho arrastre de arriba las montañas.
Cómo estudiar el mañana, cuando llegue, si no analizamos lo que sucedió hace
diez mil años y lo que vino posteriormente. Solo la miopía nos puede llevar a
pensar que estamos solos en el mundo, que con nosotros nació lo bueno y lo
mejor y que nuestros hijos y nuestros nietos no son deudores de nuestras
herencias como nosotros de las de nuestros padres y abuelos.
Todo es presente. Esa es la conclusión más veraz y elocuente ya que en este
presente que tenemos delante de nuestra vista se encierra el ayer como el gran
tesoro a descubrir y valorar sin el cual no sería nada de lo que es y la
simiente diminuta y liviana de hoy lleva la carga explosiva capaz de hacer
florecer miles de sueños, proyectos y realidades. Y por ello hay que vivirlo
con intensidad y deleite, carpe diem, respetarlo y mimarlo porque está el sudor
de nuestros antepasados y los sueños de los que vienen pisándonos los talones y
jamás intentar detenerlo porque nos sobrepasa y nos desborda.
Todo es presente, pasado y futuro, a la vez,
pero sobre todo cuando no dejamos que el tiempo nos domine y nos devore.